Las victorias aumentan su prestigio a través de las derrotas. Es ahí, tras morder el polvo, cuando más valor tiene lo conseguido y más ambición genera para lo que queda por conseguir. La reciente rendición de Alcaraz en Wimbledon ante Sinner le ha llevado a eso. A mejorar y elevar su tenis hasta cotas nunca antes experimentadas. Su versión más superlativa fundió (6-2, 3-6, 6-1, 6-4) a Jannik con un cambio de guion. Antes lo había hecho con inquietudes, ahora al reflejar su superioridad. Consigue su segunda corona en el US Open y reconquista, dos años después, el trono del tenis. Vuelve a ser número uno del mundo.

El binomio entre el italiano y el español, establecido con mayor fuerza desde que Djokovic perdiera fuelle físico, amenaza con transformar cada torneo en una cuenta atrás hasta su enfrentamiento. Hace tiempo que sus raquetas bailan como las dos mejores del mundo. Gravitan en su propia galaxia, tanto por tenis como por mentalidad. Y en ese recorrido sus órbitas se enlazan en cada final de Grand Slam . Pasó en Roland Garros , se reprodujo en Wimbledon y echa el cierre en el US Open .

La tercera de sus tres grandes conversaciones inició con un monólogo de Alcaraz. Nada de esperas, de fase de tanteo ni medias tintas . Primer juego y primera batalla, extendida hasta los casi diez minutos. Toda una declaración de intenciones. Golpe por aquí, respuesta por allá. Pasen y vean. Cada uno mejora el otro. Elevan el nivel a medida que el punto se complica. El primer tanteo fue una concatenación de intercambios y alternativas que desembocó en grieta.

La sufrió Sinner, que de pronto se vio en desventaja. Metió el dedo en la herida Alcaraz de inmediato , abrazado a un servicio inquebrantable al que no pudo responder el italiano. Nadie lo ha conseguido en todo el torneo. Jannik, de rostro y gestos imperturbables, inició sordo de una mano y Alcaraz, consciente de ello, pegó dos veces. Reprodujo la rotura en el tramo final del primer set y precintó la manga con un juego en blanco.

Alcaraz cambia de velocidad

‘A este nivel tienes que jugar para ganarme’, pareció decirle Alcaraz a Sinner. Al italiano se le veía malhumorado, sin encontrar soluciones a la problemática planteada por Alcaraz . No pudo hacer daño con un servicio irregular que sólo le reportó la mitad de puntos disputados. Y apenas logró arañar tres puntos al resto en todo el set. Pocas prestaciones. La candidatura de final interminable parecía quedar en conato, pues Alcaraz sentía la bola y jugaba con ella. Cambios de ritmo, de dirección, de alturas…

Sin embargo, todo subidón va sucedido de una bajada. Y la inercia cambió de lado. Ello y que Alcaraz no pudo aprovechar la bola de break inicial que tuvo en la segunda manga , algo que sí hizo Sinner cuando dispuso de la misma oportunidad y no volvió a fallar más. Set y partido igualado. ‘ Si me buscas, me encuentras’ , parecía responder el italiano. Se había rehecho Jannik, como en Wimbledon y ahora era Alcaraz quien libraba la batalla mental. El tenis es de ida y vuelta, infinidad de subidas y bajadas en un mismo partido.

¿Cómo respondería Alcaraz al cambio de guion? La idiosincracia de su rivalidad con Sinner sólo le dejaba una opción. Resetear y golpear. Devolver la respuesta con más magnitud que la enviada por su archienemigo. Hasta en eso compiten. Así que emergió de la misma manera que en la primera manga, con break a favor en la primera oportunidad posible y otro break en el ecuador del set. Pasen y vean la montaña rusa.

No quiso más bajadas Alcaraz. Fueron muchos sus argumentos a los que Sinner quiso, pero no replicar. Una rotura en el ecuador del cuarto set le fue suficiente para precintar el partido y el título. Su segundo US Open, su sexto Grand Slam, conseguido 118 días antes que Nadal . Ahí es nada. La montaña rusa de Alcaraz es eso, no bajarse de la victoria. Esta vez mostrando su superioridad. A su manera, ya saben.