Noah Salvucci tenía apenas dos meses cuando una meningitis bacteriana , una infección agresiva y silenciosa, le provocó un derrame cerebral central, que pudieron operar. Lo conectaron a un respirador, le colocaron un sensor para controlar la presión intracraneal, y cada hora era una cuenta regresiva. Convulsionaba, no respondía. Tuvo diagnósticos impensados, uno tras otro, lo que hicieron que entrara en riesgo. Fue cuando llegó el momento más temido por sus padres: “Quizás, no pase la noche”, les dijeron los médicos. El mundo se les cayó.

“Pero la pasó y pasó muchas otras más”, recuerda su mamá, Yanina Tamara Olivera, con la voz quebrada ante ese recuerdo. “Esa fue su primera batalla ganada”, admite con orgullo su papá, Luciano Salvucci. Desde entonces, cada día con Noah es una conquis

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