En tiempos de venta «on line» y ocio digital, las librerías, especialmente las que son algo más que puntos donde comprar «bestsellers», se han convertido en reducto para lectores que agradecen lo físico y la experiencia de reunirse con otros «locos» de los libros, oasis de cultura(s) como La Central, Finestres o Laie, que cada vez proliferan más.

Hace una década, las esquelas que anunciaban el fin del libro en papel ante el e-book, se pusieron de moda entre los pregoneros del apocalipsis, que veían cómo Spotify y otras plataformas daban la puntilla al CD, augurando que la industria editorial sería la siguiente víctima de la voracidad digital.

No sólo no fue así, sino que el libro y las librerías (con algo más) han sabido encontrar una vida extra estos años tras el «reset» provocado por l

See Full Page