La derrota electoral de hoy del mileísmo es pre-devaluatoria. No es un rapto inflacionario el que provoca rechazos. Sino una repugnancia de otro orden. Como en diciembre de 2017.
La derrota de Milei no fue construida por la "radicalidad política" de ninguna fuerza política sino por la intolerancia social (jubilados, discapacitados, conflictos laborales, repudio moral, rechazo a la manipulación del poder judicial y de los servicios, la proscripción a Cristina, luchas por la memoria, defensa de la universidad, de la educación pública y sensibilidades antifascistas). No decreció el ausentismo de modo dramático, y se asistió, en cambio, a la disolución –el achicamiento– de la base electoral de la derecha electoral (LLA más PRO), y las ganas de rechazar a Milei y a su hermana. Caen varios mito