Por Rodrigo Ferrada.
Periodista, analista internacional de Diario Chañarcillo.
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“¡Paz para nuestro tiempo!”, clamó triunfante y orgulloso Arthur Neville Chamberlain, el 30 de septiembre de 1938, por aquél entonces Primer Ministro del Reino Unido de Gran Bretaña, al llegar al aeródromo de Heston, luego de haber sostenido unas conversaciones que vivirían en la infamia para toda la eternidad, en Munich. Estas palabras las dijo sosteniendo como si fuera un gran logro, un pedazo de papel inerte, con un acuerdo que no valía nada, ya que entre sus firmantes, estaba el mismísimo Adolf Hitler, que sabemos, era poco confíable. Este infame documento inservible, que el político laborista Hugh Dalton dijo públicamente “Chamberlain arrancó de las mísmismas páginas de “Mein Kampf” (“Mi Lucha”)”, el