Cada vez es más difícil ser indiferente a lo que sucede

en Gaza. Ya no se trata de la altísima cifra de muertos –más de 64.000 según fuentes palestinas–, ni de la hambruna que padece la población, sino que los discursos desafiantes del Gobierno de Beniamin Netanyahu indican que la operación militar (cada vez se habla más de genocidio o de exterminio) no parece tener fin. En estas circunstancias, no es de extrañar que la indignación de la ciudadanía se haga sentir de todas las formas posibles, y más cuando los gobiernos que los representan han fracasado en frenar una atrocidad de este tipo.

¿Qué se puede hacer? Está claro que la protesta no es contra

Israel, ni contra sus ciudadanos. Muchos de ellos son los primeros que claman contra la deriva de la huida hacia adelante de Netanyahu. H

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