A Lewis Hamilton le cambió el semblante de un día a otro. En 24 horas de diferencia desfiló de forma diferente por el corralito del Autodromo Nazionale de Monza. El sábado, día de clasificación, estaba metido en su mundo, luciendo unos cascos inalámbricos pequeños . En domingo, con un sexto debajo del brazo, mostró una cara que se había visto muy pocas veces desde que viste la túnica sagrada de la Fórmula 1, la de Ferrari.

Lo veía todo mucho más claro que en otras ocasiones. “ Me sentí realmente cómodo con el coche. Estaba muy contento. Los adelantamientos fueron geniales, después de la penalización era difícil volver a la sexta posición y fue genial lograrlo”, relató. Había remontado, aunque se quedó lejos de cualquier pelea por algo más. Aunque su imagen no fue mala dentro de

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