NUEVA YORK- En mayo, más de 100 empleados de Varda Space Industries se reunieron en la sede de la empresa aeroespacial del sur de California para ver en tiempo real una cápsula que se precipitaba hacia la Tierra a casi 29,000 kilómetros por hora.

Cada pocos minutos, una voz se proyectaba en los altavoces diciendo las coordenadas de los socios de Varda en Australia, donde se proyectaba que caería la cápsula. Las actualizaciones fueron recibidas con vítores porque los cálculos de Varda sobre el viaje resultaron ser correctos. La cápsula aterrizó “en el objetivo”, es decir, donde la empresa había previsto.

El ejercicio pretendía demostrar que Varda y sus socios podían rastrear con éxito un misil hipersónico, un cohete o un avión dron y calcular su trayectoria desde el espacio en cuestión de

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