Cartas al director
Como directivo de un colegio grande, constato cada año la misma paradoja. Desde mediados de agosto, las familias suspiran porque llegue septiembre y los niños vuelvan al colegio: así se ve en las redes sociales y en cada una de las playas españolas. Sin embargo, al poco de comenzar las clases –y a veces antes–, aparecen las quejas: «mi hijo no quiere estar con estos compañeros», «no le gusta el profesor que le ha tocado», «no conoce a nadie en su clase». Situaciones vividas como verdaderos dramas familiares.
El trasfondo no es el colegio, sino una cuestión más profunda: la dificultad creciente para educar en los límites. La vida no siempre se acomoda a nuestros deseos y aprender a aceptarlo es parte esencial de la madurez personal. Pretender que un niño solo esté rodea