Las disputas constantes entre pueblos rivales marcaron la historia de las islas británicas, y lograr que esos territorios tan fragmentados obedecieran a un mismo poder exigía una estrategia paciente y muy bien pensada. Las alianzas selladas con matrimonios reales podían garantizar apoyos puntuales, pero una victoria militar podía cambiar de inmediato ese equilibrio.

La imposición de tributos a los galeses, la intimidación a los reyes escoceses o la integración de los magnates sajones eran piezas de un tablero que nunca dejaba de moverse. Dentro de ese juego de fuerzas, Æthelstan acabó consolidando una autoridad que transformó un mosaico de reinos dispersos en un dominio que por primera vez podía reconocerse como Inglaterra .

La llegada al trono estuvo marcada por disputas familiares y alianzas frágiles

La llegada al trono de Æthelstan en 925 no estuvo exenta de tensiones, ya que parte de Wessex apoyaba a su hermanastro Aelfweard . La muerte prematura de este aclaró el camino, aunque los recelos persistieron.

La coronación en Kingston-upon-Thames simbolizó el inicio de un reinado que debía sostenerse en la firmeza de las armas y en la astucia política. En 926 selló un acuerdo con el rey danés Sithric al casar a su hermana con él, pero al fallecer este en 927, Æthelstan decidió imponerse militarmente y tomó York, forzando al sometimiento de los gobernantes de Bamburgh, Alba y Strathclyde .

Æthelstan consiguió unir territorios enfrentados bajo una misma autoridad

Ese mismo impulso lo llevó a fijar tributos anuales a los príncipes galeses reunidos en Hereford, imponiendo su supremacía en un encuentro que quedó registrado como un paso decisivo en la ampliación de su poder. Sin embargo, la relación con Escocia se tornó conflictiva pocos años después, y en 934 encabezó una campaña que llegó hasta Dunnotar por tierra y hasta Caithness por mar, asegurando su dominio al obtener como rehén al hijo del rey Constantino .

En las crónicas de esta expedición apareció por primera vez el término Escocia , una referencia que muestra la magnitud de aquella operación.

La gran batalla de Brunanburh decidió el pulso con los ejércitos venidos de Irlanda

La mayor amenaza surgió de Irlanda, donde Olaf Guthfrithson tomó el poder en Dublín en 934 y en 937 organizó una invasión junto a Constantino de Escocia y el rey de Strathclyde . La batalla decisiva se libró en Brunanburh y supuso un choque colosal con pérdidas importantísimas en ambos bandos .

Los Anales del Ulster recogieron el resultado con palabras duras al afirmar que fue “una gran, desgraciada y cruel batalla entre los sajones y los hombres del norte, en la que un número indeterminado de estos pero que se pueden contar por miles perecieron”. La victoria de Æthelstan consolidó su poder y lo situó en la memoria como el primer rey de Inglaterra .

La gran invasión de 937 puso a prueba su poder en la batalla de Brunanburh

El reinado no solo se definió por la guerra. Æthelstan se presentó como legislador al promulgar códigos de leyes que buscaban ordenar un reino cada vez más amplio. Estableció condados, distritos y villas con la figura del reeve como representante del monarca, lo que dio origen al término sheriff en épocas posteriores.

Su corte atrajo a sabios europeos, acumuló reliquias y cultivó un paisaje donde se conjugaban devoción y curiosidad intelectual. También selló alianzas dinásticas con reinos continentales y envió tropas a conflictos en Noruega, Francia y Bretaña, mostrando la proyección internacional que alcanzó su corona.

El legado de Æthelstan quedó unido a la idea de Inglaterra como reino

El recuerdo de su figura se enriqueció con testimonios de cronistas como Guillermo de Malmesbury , que lo describieron con rasgos de energía y piedad, así como con un interés singular por el perdón hacia delincuentes jóvenes.

El historiador Thomas Williams explicó que “si Alfredo inventó la idea de Inglaterra y Eduardo empezó a darle forma, fue Æthelstan quien la convirtió en realidad y se convirtió en el verdadero primer rey de Inglaterra ”. Esa afirmación resume la trascendencia de un reinado que, pese a sus sombras, consiguió dar forma a una entidad política llamada Inglaterra.

Murió en 939 en Gloucester y fue enterrado en la abadía de Malmesbury, cerrando un ciclo que había transformado por completo la geografía del poder anglosajón . Su legado quedó en la memoria no solo por la victoria en Brunanburh, sino también por la estructura administrativa, el auge cultural y la centralización de la autoridad que definieron su gobierno. En aquel siglo convulso, la mano firme y calculadora de Æthelstan consiguió lo que antes había parecido imposible .