Carme Rasse Thomas viajó a otra dimensión, en la que habrá de alegrarle y endulzarle la vida a sus nuevos acompañantes.
Si alguien del pasado siglo no la conoció, es que nunca vino al Delta.
Desde la celebre cantina de la avenida El Cementerio, de la que fue el alma indiscutida de la fiesta hasta la venta por doquier de la tabletas crujientes y azucaradas, con un toque de canela, sembró de sonrisas el paisaje.
Este 21 de noviembre, la dama sin edad, colorida y sandunguera, hizo las maletas y se esparció en el éter, dejando un aroma perdurable a rosas, tulipanes y gardenias.
Dios la reciba en su santo seno.
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