En un hospital mexicano no siempre gana el que llega a tiempo, sino el que logra vencer al papeleo. Un paciente con dolor en el pecho puede estar a minutos de morir y, aun así, se le retiene el medicamento porque falta una firma o un sello. En otro pasillo, un niño espera un estudio urgente, como puede ser una tomografía, pero la solicitud se extravía entre los escritorios. La enfermedad avanza mientras la burocracia se toma su tiempo. No se trata de casos aislados, sino de la rutina que médicos y pacientes enfrentamos todos los días. La ciencia sabe qué hacer, los recursos —en ocasiones— están ahí, pero el sistema convierte la atención en un laberinto de sellos y formatos. Y en ese laberinto, se puede perder la vida.

La idea es clara: que un paciente no tenga jamás que repetir su histori

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