Cuando Filippo Ganna, maillot verde y casco de astronauta con la bandera italiana impresa, rueda a lomos de su Pinarello Dogma la carretera se convierte en un velódromo invisible y el cronómetro en su mejor confidente. No hay gesto brusco ni esfuerzo desperdiciado, todo es potencia pura, cadencia hipnótica, velocidad que parece inevitable. Pocos pelean contra el tiempo como lo hace este italiano, uno de los grandes de su generación, en duelo permanente con Remco Evenepoel cuando el reloj se pone en marcha. En las largas rectas de Valladolid, en un terreno completamente plano, volvió a manejar el tiempo a su antojo, a convertir el viento en un aliado y no en un enemigo. Abordó con problemas el primer tramo de los breves 12,2 kilómetros de una etapa recortada por seguridad ante las constante

See Full Page