De un disparo certero se ha ultimado a Charlie Kirk: sentado, con una fuente de sangre emanándole del cuello, descargando su ya conocido delirio ultraconservador.

Así, su última palabra fue su último suspiro.

Detractor de los libros de texto —criticando la peligrosidad de su “progresismo”—, el pensamiento de Kirk siempre fue aquel en que las escuelas se abanderaban equívocamente con el discurso Woke, “infectando a la juventud con ideas antiamericanas”.

Hay que señalar que la agenda negra del “asesinado” Kirk —fervoroso paladín de las armas de fuego—, incitaba a los estudiantes a denunciar a docentes que hablaran abiertamente de la defensa de los derechos LGTBI+ y a profesores que insistieran en alusiones de tendencia marxista.

Radicalidad con sentido único: un callejón sin salida para

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