Esta Ley a la que alude el título, la de Jenny Pen, muestra diferentes capas. La más evidente se disfraza de filme de terror y, sin perder ese carácter de incursión en el reino del miedo, pronto se intuye que su verdadero desasosiego no emana de lo fantástico sino de lo real. Lo real se muestra en los primeros compases, en el veredicto que emite un juez empoderado, a un acusado por abusos sexuales. En su declaración, el eminente juzgador no olvida reprender a la madre de las víctimas. Su dejación, le recuerda, no es moralmente menos culpable que los hechos del acosador condenado.
Poco después, ese juez, interpretado por Geoffrey Rush, se enfrenta a una situación inesperada. Postrado en una silla de ruedas, internado en una residencia, el hombre de la justicia se hunde irremisiblemente