El Museu de Mallorca fue, este jueves, un infierno. Pero uno de los buenos. Su patio acogió la inauguración de Hem arribat a l’infern , la exposición de Bernardí Roig en la que su fantasmagórica instalación inspirada en los Bous de Costitx deslumbró al público ante la estruendosa percusión de Sa Fil·loxera de l’Infern y con el objetivo de concienciar y hacer reflexionar el deseado regreso de estas piezas arqueológicas de valor patrimonial incalculable. Tal y como explicó el artista : «La muestra habla de una ausencia, de una falta».
Y aunque efectivamente se trata de una ausencia, lo cierto es que los Bous estuvieron muy presentes... sin estarlo. Esa dualidad aparentemente contradictoria es precisamente lo que nutre el concepto detrás de esta arriesgada propuesta artística