Defender la democracia hoy no es un acto heroico, sino un acto de supervivencia. Significa proteger las instituciones que garantizan que la voz de cada ciudadano cuente, blindar los procesos que nos permiten decidir nuestro destino y oponerse, con palabras y acciones, a la construcción de un poder sin límites.

Hay épocas en las que la historia se desborda. Son tormentas que no anuncian el futuro, sino que revelan el pasado que regresa enmascarado. Entre el eco de los cañones matutinos y el murmullo de las plazas, entre el vértigo de las redes y el silencio de los archivos olvidados, crece una sombra que se desliza lenta, paciente, irreverente: la concentración del poder.

No estamos frente a una marea pasajera, sino ante una tormenta perfecta: un régimen que, en nombre de la democracia, v

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