Barcelona Leía en un –como siempre– cuidadísimo texto de Sílvia Rosés en el ARA que Giorgio Armani llevaba años fuera del "huracán creativo". Así era. Y visto lo que suele verse desde hace un tiempo, aún suerte. La de Rosés era una forma bonita de decir que la firma milanesa no se convertía en tendencia día sí día también para producir astracanadas pensadas únicamente para obtener atención social. Él seguía haciendo lo que siempre había hecho: adaptar la elegancia a la actualidad con grandes estándares de calidad y guiños a la modernidad, si no a la vanguardia. Ésta fue su fórmula desde que fundó su marca en 1975 con Sergio Galeotti, el primer gran amor de su vida y socio en la génesis de la firma. De hecho, de forma muy poética, la última gran adquisición del genio antes de morir fue la

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