El asesinato del joven líder conservador norteamericano Charlie Kirk ha puesto de manifiesto, aunque trágicamente, la realidad de un desplazamiento político y social de las nuevas generaciones hacia posiciones consideradas más de derechas o liberales en contraposición con la hegemonía «woke» de las últimas dos décadas. Por supuesto, el fenómeno no es exclusivo de Estados Unidos, donde tiene la particularidad de su mayor vinculación a opciones religiosas tradicionales, que vuelven al concepto de la familia como núcleo de la organización de la sociedad, con la reivindicación del matrimonio y la maternidad como ejes esenciales, pero, también, con el rechazo de las políticas identitarias, que no sólo fragmentan hasta lo indecible a los ciudadanos, sino que se convierten en fuente de desigualda
Los jóvenes se alejan del desbarre progresista

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