Cuando se vio testificando en un tribunal de Londres en 1894, Victoria Woodhull , de 54 años, estaba acostumbrada a que la subestimaran. Había crecido en la pobreza más absoluta -literalmente- en Homer, Ohio, viviendo en una choza de madera sin retrete, por lo que para hacer sus necesidades tenía que cavar agujeros en el suelo. Como mujer en la América del siglo XIX, tenía pocas oportunidades profesionales entre las que elegir y, desde luego, no tenía derecho a voto.
Sin embargo, nada de eso le impidió convertirse en la primera mujer en fundar una empresa de bolsa en Wall Street y la primera en presentarse a las elecciones presidenciales. En el juicio de 1894, acusó al abogado (inevitablemente un hombre) que la interrogaba de suponer que tenía una “imaginación desbordante”: “Usted piens