Cuando era apenas una niña, la británica Victoria Wright empezó a experimentar transformaciones en su apariencia que llamaron la atención de su familia. A los cuatro años, su mandíbula comenzó a crecer de forma inusual y sus ojos adquirieron mayor prominencia.
Tras diversos exámenes, los médicos identificaron que padecía querubismo, una condición genética rara que afecta la remodelación ósea y reemplaza el hueso de la mandíbula y el maxilar por tejido fibroso, generando un aumento en el volumen facial.
El origen de este trastorno está en una mutación del gen SH3BP2, responsable de alterar las señales celulares que regulan el desarrollo de los huesos. El nombre de la enfermedad se relaciona con la semejanza que adquieren quienes la padecen con los “ángeles querubines” representados en el