Cartas al director
A raíz de lo sucedido con Charlie Kirk, he descubierto un nuevo miedo desbloqueado: el miedo a la izquierda. No porque piense distinto, la pluralidad debería ser siempre enriquecedora, sino porque la izquierda, en demasiadas ocasiones, no debate: amedrenta. No convence: ataca. No argumenta: silencia.
Resulta irónico que quienes repiten sin descanso la palabra «libertad» sean los primeros en negársela a quien se atreve a disentir. No hablamos de discrepancias sanas, sino de dinámicas que buscan acabar con la voz del otro, arrinconarlo, incluso acabar con su vida por el mero hecho de pensar diferente.
Cuando la libertad se convierte en un privilegio reservado solo a quienes piensan igual, entonces la democracia deja de ser tal y se convierte en pura imposición. Y de ahí