Ilustración: Jesús Sánchez
Matar en un videojuego no es lo mismo que matar en la vida real. Pero en la discusión pública a menudo se confunden. Cada vez que ocurre una tragedia en una escuela o un episodio de violencia juvenil, los reflectores apuntan a la consola. El debate volvió a escena tras el anuncio de un impuesto de 8% a los videojuegos clasificados como violentos.
Para Felipe Gaytán Alcalá, investigador de la Universidad La Salle, la medida parte de una visión moralizante. “Es pensar que subirles impuestos reducirá la violencia juvenil, cuando en realidad los videojuegos son solo un reflejo de la sociedad y no su causa”, explicó.
No es la primera vez que ocurre: antes se quiso vetar el reguetón en las escuelas porque supuestamente sexualizaba a las niñas, o prohibir los narcoco