El pueblo está cansado de buscar políticas ajustadas a la realidad de las necesidades y justicia fuerte y retributiva e independiente.
Laura Atehortúa
En Colombia, la violencia es permanente, se ha camuflado, se ha refinado, financiado y ha mutado gracias a la complicidad del Estado.
Lo que comenzó como un conflicto armado en las periferias se ha trasladado a las ciudades camuflándose en las instituciones y en el discurso político.
Hoy, el país libra dos guerras simultáneas contra la guerra rural y urbana pero sobre todo contra sí mismo y la institucionalización del delito.
¿Qué tan permisivo ha sido el Estado colombiano para permitir que el conflicto se diversifique y continúe sin resolverse? Esta pregunta no solo desnuda la negligencia institucional, sino también la hipocresía de lo