Empiezo a escribir esta participación editorial en mi celular, mientras hago fila para hacer un trámite en el registro civil. No es en el registro civil de Ciudad Juárez, pero bien podría serlo. Afuera, varios vendedores pasan anunciando bolígrafos azules a la venta, advirtiendo a los ciudadanos que, adentro, todo se tiene que firmar con tinta azul. Exhortan a la población a adquirir su pluma azul para evitar que los “regresen”. En cierta forma lucran con el temor que tiene cualquier ciudadano de no poder concluir su trámite burocrático.

Nunca he entendido eso de la “tinta azul”. Asumo que hace años, se trataba de distinguir entre un documento original y una copia, justamente mediante el color de la tinta. Sin embargo, esa tinta no podía ser verde o de cualquier otro color, porque la inst

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