CNN —

Cuando Katie Corio llegó a los treinta, su opinión sobre los implantes mamarios cambió. Fisicoculturista, entrenadora y modelo de fitness de San Diego, se había sometido a una cirugía de aumento de senos a los 24 años, una operación que parecía rutinaria para su carrera en desarrollo, para la que solía usar tops de bikini o sujetadores deportivos.

“Era joven, tenía hambre profesional y quería progresar en la industria. Todo el mundo se ponía implantes, y era casi algo que la gente esperaba que hiciera”, dijo en una entrevista en video.

Ocho años después, sin embargo, los implantes de silicona que le habían colocado debajo del músculo le resultaban pesados y engorrosos, sobre todo durante los ejercicios de pectoral, describió Corio. Sentía que había elegido una talla demasiado

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