Ser feliz se volvió una obligación prescrita por la autoayuda, un espejismo que resulta no solo degradando, sino vulgarizando la actual sociedad consumo. Aunque todo el mundo usa la palabra felicidad, nadie sabe a ciencia cierta de qué se trata ser feliz, si tiene un carácter más eudaimónico o kantiano, si se consigue algún día o si alguien, en algún rincón del planeta, lo ha conseguido.
Nunca ha dejado de ser sospechoso cuando alguien asegura ser feliz. Tampoco es menos problemático cuando alguien nos hace la dichosa pregunta: ¿eres feliz? Es como si nos lanzara una roca gigante que se dirige a todo el centro de la cara sin la más remota posibilidad de que la podamos esquivar.
En esta enigmática característica de la felicidad se interesó con gran ahínco la respetada artista santande