La obsesión antijudía de Hitler y sus lugartenientes cristalizó el oscuro 15 de septiembre de 1935, cuando hizo aprobar las primeras leyes discriminatorias de los judíos de forma apresurada, para coincidir con la reunión anual nazi en Nuremberg (“la ciudad más alemana de Alemania”, según el Führer ).
Convocó al Reichstag (Parlamento) fuera de Berlín, algo excepcional, para aprobar unos aberrantes textos jurídicos. Resultado: la ley de Ciudadanía del Reich, que establecía que solo alemanes y aquellos con sangre relacionada podían ser ciudadanos, y la ley para la Protección de la Sangre y el Honor Alemán, que prohibía matrimonios y relaciones extramaritales entre alemanes y judíos y emplear a menores de 45 años en lares judíos. El camino hacia el genocidio empezaba a pavimentarse legalmen