Carla, ¿cómo fueron los inicios de tu profesión?

Todo comenzó con mi carrera de Sommelier cuando me mudé a Mendoza. Soy de Viedma, Río Negro, y antes había estudiado gastronomía y trabajado en cocinas y como bartender. Sin embargo, quería un cambio: seguir ligada a la gastronomía, pero desde otro lugar. Decidí dejar mi ciudad y elegí Mendoza como destino. Al llegar, me deslumbró el mundo del vino; no podía creer la magnitud y lo importante que era. Eso me enamoró de inmediato.

El primer año lo dediqué a acomodarme y conseguir estabilidad. Al año siguiente comencé a estudiar la carrera de sommelier. Desde el primer momento en Mendoza, todos mis trabajos estuvieron cerca del vino, lo que me permitió disfrutarlo y aprender. Me recibí en tiempo y forma, con mérito de honor, y tuve la fortuna

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