El 16 de septiembre de 1955 , Argentina fue escenario de un golpe de Estado. Autoproclamada como “ Revolución Libertadora ”, esta asonada militar terminó grabada en una vasta memoria colectiva como la “Revolución Fusiladora”. Liderada inicialmente por el general Eduardo Lonardi, un militar de inclinaciones socialcristianas y cierta apertura hacia el peronismo, la revuelta prometía conciliación, con la célebre frase de Justo José de Urquiza: “Ni vencedores ni vencidos”.
Sin embargo, esa equilibrada frase duró apenas un suspiro. A los dos meses, Lonardi fue depuesto por sus propios camaradas y fue reemplazado por el general Pedro Eugenio Aramburu, un ferviente defensor de ideas liberales y antiperonista visceral. Lo que comenzó con visos de concordia derivó en una etapa de represión,