Era un Zaidín de sábado noche lleno, pleno, festivo, con ese aire de verbena de barrio que en Granada cuesta disfrutar, con nostalgia y encuentros con aquellos que en tiempos militábamos en la noche y hoy ya nos cuesta el trasnoche aunque los que tocan sobre el escenario sean los mismísimos 091.
El tiempo pasa, lleves camiseta negra con el logotipo de tu amado grupo o vaqueros con zapatillas de las de antes, las de baloncesto a lo indómito y subversivo. Pero ya peinamos canas y nos asoma la barriguilla por sobre el cinturón con una rebelde añoranza que, bueno, al menos te da para saludar a viejos conocidos.
El festival Zaidín Rock, ya en su cuarenta y tres edición, es ese tótem que pasó de ser contestatario a tradición. Progresía popular tan tradicional como ya lo son los Beatles, Mago d