El Grito de Independencia es uno de los actos cívicos más arraigados en la vida pública de México. Cada 15 de septiembre, el Zócalo capitalino y las plazas de todo el país se convierten en escenario de una celebración que recuerda la noche de 1810 en la que Miguel Hidalgo llamó al pueblo a levantarse contra el dominio español. Sin embargo, más allá del ritual, la ceremonia también ha reflejado el estilo personal y político de quienes ocupan la presidencia.
Según un artículo publicado en Historias del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), el primer mandatario en institucionalizar la tradición en Palacio Nacional fue Porfirio Díaz, quien en 1896 trasladó la campana de Dolores hasta el balcón presidencial. Desde entonces, el Grito se convirtió en una forma de vincular el pode