La costumbre de reservar lo más delicioso del plato para el final no es solo un hábito arbitrario, sino que tiene una explicación desde la psicología. Esta práctica está relacionada con la memoria del placer y con el deseo de concluir la experiencia alimentaria de forma óptima.

Para quienes optan por esta estrategia, el orden en que se consumen los bocados modifica la percepción global del momento. Ese último sabor se asocia a una recompensa, un cierre positivo que mejora la memoria inmediata y la valoración de toda la comida, potenciando así el disfrute.

Desde la perspectiva psicológica, quienes adoptan esta conducta suelen ser personas organizadas, con capacidad para mantener rutinas y una marcada inclinación hacia la planificación. Prefieren que sus experiencias evolucionen de menos a

See Full Page