En el barrio Pescaíto, el Hogar Infantil del Norte pasó de ser un espacio clave para la educación y el cuidado de los niños, a convertirse en un lugar en ruinas que refleja la desidia institucional. Lo que debía ser un centro renovado para la primera infancia terminó cerrado, desvalijado y convertido en foco de inseguridad.
Puertas y ventanas robadas, paredes agrietadas, hierro oxidado y basuras acumuladas describen hoy la escena de un inmueble que, además, sirve como refugio de habitantes de calle y consumidores de estupefacientes. Todo esto ocurre bajo la indiferencia de las autoridades, mientras la comunidad ve cómo se degrada un espacio que les pertenecía.
“Se han llevado el hierro, los cables eléctricos y hasta las ventanas. Aquí entran personas extrañas a cualquier hora, hacen sus