En el inicio de su comercialización los híbridos enchufables, Plug-in Hybrid o PHEV se conformaban con ofrecer una autonomía eléctrica homologada conforme a la norma WLTP de unos 50 ó 60 km cuando no menos, mientras que en condiciones reales de uso la energía de su batería proporcionaba unos 40 km. Eran cifras, tanto unas como la otra, que permitían que esta tipología de híbridos se convirtiese en una alternativa muy competitiva para cubrir buena parte del día a día de muchos usuarios, con la ventaja de que al hacerse en modo eléctrico los costes por kilómetro eran más bajos que de usar el combustible de sus depósitos y con el añadido de que estaban libres de emisiones locales contaminantes.
Sin embargo, también era posible que no pocos conductores necesitaran tener que recurrir al motor