Si la ciudad condal está en deuda con el arquitecto Antoni Gaudí, la Princesa del Manamo lo está con Monseñor Argimiro García de Espinoza.
Como toda urbe que se precie de serlo, ambas pueden presumir de tener un coloso de arte y Fe, que las represente.
La más visitada una, casi del mundo; la otra, la más vista de la capital deltana. Con reconocimiento unánime al donaire y la elegancia.
Ajustadas a su entorno; si sacamos cuentas de la relevancia para los creyentes y el atractivo a los visitantes, gana la de Tucupita en importancia.
Ahondando en las semejanzas, el arquitecto catalán reposa en la cripta del ingenio catalán y el religioso español en un ala del monumento a la advocación mariana.
De sólidos cimientos, edificadas a conciencia, estando la basílica aún sin terminar, perdurarán