Una de las heridas más dolorosas para México y su gente es la incesante cantidad de desapariciones forzadas que se viven en todo el territorio. Grupos delictivos alejan a ciudadanos de sus familias con motivos que van desde pedir un rescate, trata de personas hasta venganzas personales . Un gran número de víctimas nunca vuelve a sus hogares, dejando a los familiares en la incertidumbre y sin la posibilidad de despedirse adecuadamente.

Grupos civiles se han formado a raíz de este problema para ayudar la localización de víctimas de desaparición forzada. A lo largo de los años han logrado mejorar su capacitación, logística y resultados. Ahora, la tecnología parece haber traído una nueva herramienta que podría facilitar enormemente la labor de estos grupos buscadores. El CentroGeo ha presentado una nueva manera de usar sensores de luz ultravioleta e infrarroja para medir químicos presentes en el suelo de fosas clandestinas. Lo mejor es que ya hay satélites en órbita que cuentan con dichos sensores y el sistema de medición ha demostrado tener una eficacia de casi el 100 %.

El riesgo de no volver a ser visto

A la fecha de publicado este artículo, México suma un total de 133 mil 312 personas desaparecidas y no localizadas. Jalisco, Tamaulipas y el Estado de México son las entidades que encabezan la lista con casi un 10 % del total cada una. Ver a los noticieros y periódicos con titulares llenos de noticias sobre nuevas fosas comunes se ha vuelto, tristemente, algo cotidiano para este país. Ante lo que la mayoría considera como intervención limitada por parte de las autoridades para frenar y dar solución a este problema, los mismos familiares de las víctimas se han organizado en asociaciones civiles dedicadas a la búsqueda de desaparecidos .

Mientras que algunos lo hacen desde la esperanza de encontrar a sus familiares con vida, muchos otros saben que las probabilidades para ello disminuyen cada día, por lo que han optado por buscar sus restos. La mayoría de estos grupos los lideran las madres de los desaparecidos . Al menos así logran dar un cierre a la búsqueda y organizar una despedida adecuada. Para el 2023, El Universal   reportaba un total de 234 colectivos de buscadoras en el país.

Buscadoras

Fue con este contexto que científicos del Centro de Investigación en Ciencias de Información Geoespacial (CentroGeo) buscó una manera de usar la tecnología como herramienta para ayudar en la búsqueda de fosas clandestinas , sitios que comúnmente usan los grupos delictivos para enterrar a los restos de sus víctimas de desaparición forzada. La estrategia parte de los métodos que usa el crimen organizado para deshacerse de los cuerpos . Utilizaron testimonios de criminales como Santiago Meza López , alias “El Pozolero”, quien confesó usar sosa caustica para disolver a más de 300 víctimas antes de enterrarlas.

Los restos químicos de procesos como este pueden ser detectados en el terreno mediante sensores especializados de luz infrarroja y ultravioleta . Ante el ojo humano el terreno puede no tener cambios relevantes, pero estos químicos se reabsorben tanto por el suelo como por las plantas y otros materiales orgánicos. Los sensores localizan estas “manchas” al reflejar de manera particular las ondas de luz infrarroja. Estos sensores ya existían desde hace tiempo, y de hecho están presentes en varios satélites de teledetección como los del Programa Espacial Europeo Copernicus .

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Prueba y error para un resultado casi infalible

Fue en 2019 que las investigaciones comenzaron con la elaboración y diseño de estos índices espectrales. Aplicaron a varios cerdos los métodos para deshacerse de cadáveres aprendidos de los grupos delictivos, entre incineración, disolución química con sosa caustica (hidróxido de sodio), cal viva (óxido de calcio), entre otros. Los restos de los cerdos fueron enterrados en diversas zonas y dejaron pasar el tiempo . Tras seis meses de mediciones periódicas con cámaras multi espectrales , los resultados fueron más que alentadores.

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Para los restos en los que se empleó cal viva, las cámaras pudieron localizar los sitios de entierro con casi un 100 % de efectividad con el espectro más azul de luz. En cuanto a los cerdos desintegrados con sosa cáustica y los incinerados, una medición de teledetección conocida como “índice de vegetación de diferencia normalizada”, que se apoya del infrarrojo cercano y la luz roja, permitió encontrarlos con un 90 % de precisión . Para casos en que se usó ácido clorhídrico o diésel, la localización fue más difícil.

Una vez elaborado el índice espectral , recurrieron a imágenes satelitales de varias partes del país en las que ha habido sospecha de albergar fosas clandestinas. Uno de ellos fue La Bartola, un rancho cerca de la frontera con Texas. Al analizar 26 imágenes de la zona, se detectó la presencia de sosa caustica en varios sitios del terreno. Tal vez una de las muestras más claras de la eficacia de este sistema sea que José Luis Silva Cárdenas , integrante de GeoCentro y el autor principal del estudio que recopila las investigaciones, analizó imágenes satelitales del Rancho Izaguirre de 2019, confirmando la presencia de altas concentraciones de ceniza.

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El Rancho Izaguirre , en Tehuacán, Jalisco, fue noticia internacional luego de que se confirmara que el sitio fue usado como “centro de entrenamiento” por parte del crimen organizado. Las sospechas aseguran que también era usado como sitio de incineración de víctimas de desaparición forzada , pues dentro se encontraron miles de objetos que pertenecían a personas en listas de desaparecidos. Sin embargo, las autoridades estatales y federales negaron que el lugar fuera usado como crematorio y el tema quedó cerrado entre polémica y sospechas.

Una ayuda literalmente "del cielo"

Por parte de CentroGeo, las esperanzas están puestas en que este índice pueda ser una herramienta revolucionaria para los más de 230 grupos de madres buscadoras del país, dándoles un punto de partida sobre en dónde se detecta la presencia de componentes químicos asociados con las fosas clandestinas, una tarea que sería imposible para el ojo humano . También reconocen que varios de los satélites actualmente en órbita, como los del programa Landsat  de la NASA y el programa Copernicus, de la ESA , ya cuentan con los sensores necesarios para utilizar el índice que ellos elaboraron.

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Por ahora, las investigaciones se enfocan en perfeccionar los métodos de detección, así como usar cámaras espectrales más sensibles que logren detectar restos de diésel y de ácido clorhídrico.