Sigo en el país de los relatos. Qué aburrido es todo esto. El fiscal general, antes de sentarse en el banquillo, interviene en el debate de genocidio o masacre. ¿Quién lo nombra? Pues eso. Quizá este sea el último servicio que preste. En el fondo se trata de ganar algo que solo se diferencia en un matiz, una batalla semántica que no altera las cosas. De momento, en lo del embargo de armas se la están cogiendo con papel de fumar. Unos días más de respiración asistida después de que algunos medios anuncian que en el Supremo advierten signos de financiación irregular. No voy a seguir comentando esta agonía. No merece la pena. He acabado la novela de Mariana Enríquez que me parece extraordinaria, como todo lo que escribe. Me ha hecho recurrir al diccionario lunfardo de Govelo que tengo por ahí

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