Nueve de cada diez titulados universitarios están abocados a un salario que apenas les permitirá subsistir. Este es el crudo diagnóstico que desmonta una de las promesas fundamentales de nuestra sociedad: que una es sinónimo de prosperidad. La realidad es que el sistema educativo actual parece haberse convertido en una cadena de montaje de trabajadores altamente cualificados pero con un futuro de precariedad económica prácticamente garantizado por convenio colectivo. Este panorama se ensombrece aún más ante proyecciones que alertan de que, debido a la inflación, en un futuro no muy lejano.

De hecho, la brecha entre las expectativas generadas en las aulas y el panorama laboral real es cada vez más profunda. Aquel contrato social implícito, por el que el esfuerzo académico se veía recompe

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