En nuestro tiempo, rinde culto al horror, la fascinación y la indignación, ya que han tomado el lugar del pensamiento crítico y la planeación. Esto ha generado que, en muchos casos, las decisiones personales, familiares, institucionales y políticas se tomen a la calor del momento, del clickbite, sin que medie mucho la reflexión y un programa a mediano y a largo plazo; se intenta reinventar la rueda en cada ocasión, movida por la emoción exaltada, por el contagio de las pasiones con la masa.

Otra de las consecuencias consiste en creer que el horror, la fascinación y la indignación, al producir sensaciones intensas, se encuentran más cercanas a la verdad, una especie de lógica del estilo “siento intensamente, luego existo”, “siento intensamente, luego decido”, gracias a lo cual, las decis

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