Se dice que es un proverbio turco: “Cuando un payaso entra al palacio, no se convierte en rey. El palacio se convierte en circo.” El deporte, en muchas ocasiones, no lo cita. Lo actúa. Semana tras semana, con boleto pagado y aplauso automático.
EL ESTADIO CONVERTIDO EN CARPA
Un delantero llega como emperador de catálogo. Lo presentan entre humo y reflectores, como si el gol se pudiera comprar en cuotas. Apenas toca la pelota, revela lo que es: un payaso con botas lustrosas. El estadio, que soñaba con liturgia, termina convertido en carpa.
No es la falla lo que duele, sino la impostura. No es que pierda la jugada: es que sonríe como si hubiera inventado el futbol. Y de pronto, la catedral del esfuerzo se derrumba en sketch barato. Nadie fue a misa. Todos fueron a función.
EL BANQUIL