El 19 de septiembre de 1985, a las 7:19 de la mañana, un sismo de magnitud 8.1 estremeció la Ciudad de México. En un lapso de poco más de un minuto, el panorama urbano se vio alterado por la devastación, con edificios que se derrumbaban, innumerables víctimas y una densa nube de polvo y escombros.
Este suceso, además de destruir infraestructuras, también generó una crisis de confianza en el gobierno y se convirtió en un momento histórico crucial. No obstante, la reacción de los ciudadanos, quienes demostraron una solidaridad nunca antes vista, fue fundamental para las labores de rescate y la asistencia a los afectados. La tragedia dejó una huella imborrable en la memoria colectiva del país.