La tarde en Salamanca tuvo un nombre claro: la juventud mandó en la plaza . Con los tendidos llenos hasta la bandera y un ambiente expectante, fueron Marco Pérez e Ismael Martín quienes escribieron las páginas doradas de la corrida, saliendo ambos por la puerta grande con fuerza, valor y temple. En el otro extremo, Morante de la Puebla , víctima de los elementos y de un lote deslucido, pasó de puntillas por una función que le fue adversa desde el principio.

El sevillano abrió cartel con un sobrero de Hermanos García Jiménez, pues el primero de Olga Jiménez volvió a los corrales por su falta de fuerzas. En los terrenos de las tablas, acosado por el viento, Morante se fajó con compromiso y ajuste , buscando siempre el fondo de bravura que escondía el astado. Las dos últimas series

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