Si algo parece de verdad preocupante de Trump y su época es esa expresión de seriedad solemne de un personaje fatuo y narcisista. Los fanáticos no sólo carecen de sentido del humor sino que no lo soportan. Ahora en Trumpiland ha llegado el momento de expulsar a los cómicos. Esa gente sospechosa de hacernos pensar y reir, de cultivar el sarcasmo, la ironía y la crítica y, a veces, hasta la crítica a la sociedad. Al nuevo príncipe le molestan las críticas y los críticos. Lo nuevo del presidente naranja es antiguo: recortar la libertad la libertad de expresión e imponer la censura y, para ello, nada mejor que presionar para cancelar a esos cómicos críticos que tanto le molestan.
Corren malos tiempos para la risa en Estados Unidos. Un país donde el humor político forma parte de una larga trad