En el corazón de América Latina late una poderosa contradicción. Mientras celebramos con justificado entusiasmo cada nueva startup tecnológica y cada avance en las cifras de crecimiento económico, una brecha silenciosa se ensancha. Es la distancia entre el progreso que se puede medir en hojas de cálculo y el bienestar que se siente en las calles, en las comunidades y en el alma de nuestra gente. Durante más de dos décadas, he caminado junto a emprendedores, he sido testigo de la tenacidad humana convertida en empresa y he celebrado el ingenio capaz de generar empleo. Pero también he visto la otra cara: la de un sistema que, en su obsesión por el crecimiento productivo, ha dejado en la sombra su propio antídoto, su más brillante oportunidad de evolución:el emprendimiento social.

Nos hemos

See Full Page