Es fácil acostumbrarse a vivir entre mentiras. El divorcio entre la palabra y los hechos es moneda corriente. La retórica mendaz de una sociedad cuesta muy cara: la verdad se vuelve prescindible y todo se precipita en un abismo de insignificancia y atrocidad en el que los peores se mueven a sus anchas.
Se puede decir cualquier cosa; el cotejo fastidia, la pereza vence; hasta las matemáticas pierden el rigor de la exactitud. Una película como Belén, segunda firmada por Dolores Fonzi, importa porque se desmarca de su época. Personas como la jurista Soledad Deza, el personaje que interpreta la actriz, son indispensables: buscar la verdad y mostrar el coraje de expresarla son acciones casi extintas.
Basada en hechos reales
La película transcurre en Tucumán, en 2014. Una chica de 24 años se