Los billetes de cincuenta centavos y de un peso, impresos con el rostro de Coriolano Amador, ardieron en el parque de Berrío bajo la mirada del alcalde de Medellín y la sorpresa de la concurrencia. Corría 1888 y el gobierno de Carlos Holguín acababa de decretar que la emisión de billetes sería un privilegio exclusivo del Banco Nacional, prohibiendo a particulares mantener monedas propias en circulación. La Sociedad del Zancudo — la mayor empresa que había existido hasta entonces en Colombia , responsable de acelerar la industrialización de Antioquia— no tuvo alternativa: debía recoger sus billetes y destruirlos en un acto público, frente al mismísimo alcalde.

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Coriolano Amador, el m

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