Hace más de dos décadas, Robert Dudley se preguntó cómo era posible que nos gustara el alcohol. En 2014, el biólogo evolutivo de la Universidad de California en Berkeley publicó "El mono borracho", un libro donde exploraba las raíces evolutivas de esa afición transcultural a alcohol.
Según Dudley, es la afición de los primates a las frutas fermentadas (ricas en azúcares y con un ligerísimo contenido alcohólica) lo que está detrás de todo esto. El problema, como ocurre con todas las hipótesis de biología evolutiva, era demostrarlo.
Ahora hemos encontrado algunas pruebas. Porque la revista Science Advance acaba de publicar un estudio que demuestra que los chimpancés salvajes consumen a diario el equivalente alcohólico a una o dos copas humanas. Es decir, que la exposición a esta susta