Después de haber vivido en siete países a lo largo de los años, creo que puedo atreverme a hacer determinadas comparaciones que indican algo sobre la realidad de esos pueblos. Y puedo testimoniar que, por ejemplo, Argentina es relativamente fácil de conocer, mientras México permanece como un enigma incluso para quienes llevan mucho tiempo residiendo en él.

Aunque hay quienes se resisten a que uno se refiera, siquiera en el curso de una conversación informal, a “los ecuatorianos” o “los españoles”, esas generalizaciones —que en ocasiones pueden resultar abusivas—, si son fruto de la observación cuidadosa, pueden arrojar algo de luz sobre una realidad innegable: el carácter nacional de un pueblo.

Dado que viví en el Perú hasta pasados mis cuarenta años y mantengo contacto activo con el paí

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