El primer Mundial en África se abrió con una contrarreloj que parecía escrita para la épica. Kigali, con sus colinas afiladas y su muro final de Kimihurura empedrado, ofrecía un decorado que rozaba lo poético: el calor pegado a los hombros, la altitud que asfixiaba cada pedalada y un público entregado que convertía cada esquina en un estadio. Era la hora del duelo soñado, Pogacar contra Evenepoel, dos maneras de entender la grandeza sobre la cabra.

El inicio estuvo marcado por sorpresas. Isaac del Toro se asomó con un tiempo brillante en el primer parcial, mientras Van Wilder y Jay Vine enseñaban que no habían viajado a Ruanda de turismo. España se ilusionó un instante con Raúl García Pierna y, sobre todo, con Iván Romeo, pero el recorrido resultó demasiado cruel para los nues

See Full Page